Un sueño que comienza en mayo

La Fiesta Nacional de Carrozas Estudiantiles cumple 64 años ininterrumpidos en este 2023. Es uno de los eventos típicos de Gualeguaychú. Empieza en mayo y termina en octubre. Son cinco meses que se suceden rápidamente entre recaudación, engrudos y pinturas, y mucha solidaridad.

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Un sueño que comienza en mayo

Por Eugenio Jacquemain

Un viejo mito urbano en Gualeguaychú habla de la presencia de un misterioso gen de creatividad, presente en las aguas del río que baña la ciudad. De ese río, se toma el vital elemento que luego recorre los caños, algunos milenarios, hasta ser bebido por sus habitantes.

Su emblemático Carnaval, la Fiesta del Pescado y el Vino, la Fiesta del 25 de mayo y su “pericón más grande del mundo”, el Paseo Alem, las cinco costaneras, su remodelado frigorífico y tantas obras más, donde la inventiva y la imaginación han jugado un rol fundamental en su concreción y continuidad, son la comprobación de esa leyenda.

Justamente, cada 25 de mayo, miles de estudiantes se reúnen en el corsódromo para compartir una jornada artística única, pero que, a la vez, sirve para recaudar fondos, mediante una venta de productos típicos criollos, rememorando aquel 1810 colonial.

En muchos de esos stands con forma de cabildos, pulperías o ranchadas, los exquisitos aromas de las frituras y parrillas, se transforman en esa necesaria recaudación monetaria para poder concretar un sueño, una ilusión que llega a feliz término meses después, cada fin de semana largo de octubre en Gualeguaychú.

La Fiesta Nacional de Carrozas Estudiantiles, único evento con ese rango en la ciudad, cumple 64 años ininterrumpidos de realización en este 2023. Ni los vaivenes políticos o económicos del país lograron impedir que se realice esa edición anual. Incluso en pandemia, reformulada en forma de pequeñas maquetas, esta fiesta que vive en el corazón de cada gualeguaychuense, dijo presente.

No debe quedar ninguna persona nacida en la ciudad, que de una u otra manera no haya estado ligada en algún momento a un desfile. La mayoría de los habitantes de la perla del sur entrerriano, han metido sus manos en tarros de engrudo tibio, cortado una tabla, soldado una barra de hierro o cortado una entrada en el desfile para una carroza del evento.

Si bien el evento es en octubre, la construcción de las carrozas lleva todo un derrotero que ya comienza en estos días. Padres y docentes responsables arman las reuniones previas con autoridades educativas, municipales y provinciales. Los chicos comienzan a juntar fondos para poder llevar a la práctica sus sueños mágicos de fantasía, papel y color. Los meses pasan rápidamente y cuando menos lo esperan, más de mil adolescentes de los colegios secundarios de la ciudad, ingresan a los galpones del puerto para concretar sus utopías.

Esta escuela extramuros, como la llamó alguna vez un periodista local, promueve la solidaridad, el compañerismo, el respeto y la equidad. Dentro de los galpones no hay diferencia entre escuelas estatales o de gestión privada, entre el adolescente que vive en el centro de la ciudad y el que habita lejos de él. Quienes terminan su trabajo anticipadamente, ayudan al más atrasado en el suyo, aún, a sabiendas que días después, competirán por un premio con quien hoy están socorriendo.

No muy lejos de allí, a unos cien kilómetros de esos galpones de creatividad y sueños, hay una fiesta similar, con tan solo un añito menos, en la ciudad de Dolores, República Oriental del Uruguay. Allí también hay jóvenes que sueñan, en ese caso, en la Fiesta Nacional de la Primavera. Si nos vamos otros cien kilómetros, pero hacia el sur de la provincia, con no menos empeño, ilusiones y esperanzas, podemos apreciar, tan solo unas semanas más tarde que estas otras, la Fiesta provincial de Carrozas Náuticas en la hermosa Villa Paranacito. No es un dato menor, que estas tres fiestas juveniles, marcaron el camino reuniéndose una tarde, en la ciudad de Mercedes (ROU), de lo que hoy es la Mesa de Integración Binacional, compuesta por eventos y autoridades municipales, de los departamentos litoraleños de Argentina y Uruguay.

Muchos se preguntarán cómo ha subsistido esta fiesta a lo largo del tiempo, ya que es una de los eventos provinciales más antiguos de Entre Ríos. Otros, como se puede lograr la amalgama de miles de adolescentes, padres y docentes, trabajando juntos para luego competir. Este milagro de engrudo y papel, como también se conoce a las carrozas estudiantiles de Gualeguaychú, logra cosas impensadas para la sociedad actual. Un intendente pegando papeles con engrudo a la par de un concejal opositor, un diputado junto a un senador de otro partido que días antes habían debatido fuertemente en un medio de prensa, padres de alumnos, enemistados desde hace meses, riéndose y compartiendo juntos unos mates en la tarde de galpones.

Son alrededor de cinco meses que se suceden rápidamente. Cuando menos se lo piensa, llega la última noche previa al desfile, la noche más especial de todas. Ese viernes, los miedos, las alegrías, las tristezas, el cansancio y el ensueño, se conjugan en una simbiosis única. En medio de la bruma que producen las máquinas de pintar, el humo de los tachos donde se preparan los últimos tarros de engrudo, podremos ver florecer un hermoso cisne de casi tres metros de altura, a su lado, a escasos centímetros, un Gulliver gigante con decenas de liliputienses a su alrededor. Más allá un dragón amenazante frente a la cara feliz de un payaso, que todavía se conserva en blanco y negro esperando esas mágicas manos que le den color. Metros más lejos, casi saliendo de la última nave del puerto, un apolíneo centauro, recibe en sus musculosos y estirados brazos, el arco que esgrimirá amenazante en su derrotero la noche siguiente.

Pero no todo es felicidad esa última noche en galpones. Los nervios y la emoción se visibilizan en formas de lágrimas, está vigente el temor a no llegar con la obra al horario del desfile. Esa noche nadie duerme en los galpones, las imperfecciones se van descubriendo y se acelera el trabajo para solucionarlas. “¿Les falta pintura roja? Acá nos sobró un poco” o “tomen, acá quedaron empanadas que trajo la vieja de Juan, cuando a ustedes les traigan la comida nos convidan más tarde, cuando nos ataque el hambre de vuelta” son tan solo un par de tantas frases solidarias que se escuchan esa noche, a metros del río, dentro de los galpones que muchos años atrás, albergaron granos y mercaderías en el puerto.

Ni bien sale el sol, llega el recambio, muchos se acuestan un ratito allí nomás, tirados entre retazos de telas y papeles arrugados. Ya falta poco para las 14 horas, momento que, cada uno de esos sueños en forma de carruajes, se trasladarán al lugar del desfile, para allí descansar hasta la hora del evento. En unas horas todo será historia, lo que comienza a forjarse a mediados de mayo en la ciudad, habrá llegado a su fin. Algunos obtendrán los primeros lugares, otros los siguientes, pero en la Fiesta Nacional de Carrozas estudiantiles, nadie pierde: gana todo Gualeguaychú.

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