La venta de mates: una industria popular

La costumbre que identifica a nuestra provincia y nuestro país genera cientos de fuentes de trabajo. Existen cerca de treinta cuentas de Instagram que fabrican y comercializan mates en Gualeguay. El número crece si se extiende a bombillas, materas y demás accesorios.

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Por Santiago Joaquín García
Lo primero que hace Miguel al levantarse es poner el agua para tomar mate. Después de desayunar una galleta con mermelada o manteca y miel va a su taller para fabricar junto a familiares y amigos decenas y cientos de mates que luego venderá para que otras personas sigan repitiendo esta costumbre que se seguirá replicando en forma infinita mientras existan seres vivos en esta parte de la tierra.
Cosas nuestras
Hace cerca de cien años, cuando el gualeyo Amaro Villanueva comenzó su investigación sobre la costumbre de “yerbear”, según sus propias palabras, había muy pocos textos escritos sobre la materia. Encontrarse en nuestros días su nombre entre las referencias principales en la enciclopedia virtual Wikipedia nos llena de orgullo, pero también de responsabilidad con aquellas raíces que nos constituyen. En su obra ‘El arte de cebar’, Villanueva no se anda con vueltas a la hora de resaltar la importancia de la infusión: “Es la costumbre popular de mayor significación cultural en la vida argentina y de raíces más profundas en la existencia del hombre en América del Sur”. Una de las cosas más destacadas de sus investigaciones que se sostuvieron durante cuatro décadas y más de trescientas páginas es que logra demostrar el origen enteramente guaraní de la costumbre, incluso en la confección de bombillas y la utilización del agua caliente con recipientes propios de los pueblos originarios.
Paso a paso
—Todo comienza en la calabacita. Nosotros compramos a granel unas que son muy buenas —apunta Miguel.

La palabra mate deriva del quechua mati, que se refiere al tipo de recipiente. Si bien existen diversas variedades (madera, plástico, vidrio, cerámica), la mayoría de las personas sigue eligiendo los mates que provienen de las plantas cucurbitáceas. Sus dos modelos más estandarizados se llamaron históricamente el poró y la galleta.

—La verdad que lo que más trabajamos nosotros son los imperiales y los camioneros— precisa Miguel.
Estas calabacitas que siempre han sabido dar todo tipo de utensilios a las clases populares, siguen siendo la fuente de unas de las materias primas fundamentales de la industria que nos ocupa. Los que más salen y mencionaba Miguel suelen ser los de boca ancha, pero los de boca angosta o galleta también tienen un modelo muy popular llamado ‘torpedo’ y que suele ser asociado al mate dulce y a las personas que toman solas.

—Lo que es el forrado y el trabajo con los tientos, en nuestro caso, lo hace un amigo que se llama Adrián.
En cada paso vemos cómo es imposible desligar esta industria con nuestra historia, ya que las sobadoras y el corte y las puntadas con los tientos de cuero son parte de una artesanía también vinculada a nuestra cultura más criolla. Como en todo, acá existen las variantes como aquellas personas que realizan grabados en el exterior de las calabazas, o aquellos mates más modestos que se venden con el exterior sin forrar. Las posibilidades parecen infinitas.

—De lo que yo me encargo es de las virolas y de las ventas— precisa Miguel.

Las variantes tienen que ver con elementos como el material y el tipo de trabajo. Las abrazaderas de la boca del mate se adaptan con diversas herramientas como matillo, pulidora, y dependiendo el nivel de trabajo, soldadora, soplete y demás. La mayoría de los mates conocidos tienen su virola de aluminio, de alpaca o de plata. En el caso del mate imperial, la virola está acompañada de una cinta que puede tener distintos tipos de trabajos que adornan la parte superior del recipiente. De todas maneras, la boca más ancha es la del mate camionero y la explicación tiene que ver con la duración de la cebadura, y también con la importancia de evitar accidentes en la ruta vinculados a las quemaduras.

Mate bowls called guampa, made traditionally from calabash gourds for sale at the sprawling San Telmo sunday market.

Las redes sociales
Uno de los fenómenos que más se aceleró con la pandemia es el del trabajo remoto. En el caso de los mates confluyen dos procesos. Por un lado, muchas personas que ya fabricaban mates utilizaron las redes para seguir comercializando. Miguel es uno de esos casos:
—Fue una necesidad, pero sin querer nos permitió vender mucho más a Buenos Aires, fuera de lo que son los turistas, y a veces a otras provincias. Es algo que dentro de todo mantenemos.
Por otra parte, muchas personas que perdieron su trabajo o que precisaban otra fuente de ingresos adicional se volcaron a este oficio como salvavidas o complemento. Con suerte dispar lo vienen sosteniendo. Existen cerca de treinta cuentas de Instagram que venden mates en Gualeguay. Si sumamos bombillas, materas y demás accesorios, el número crece en forma exponencial. Cada fábrica de mates se sostiene con por lo menos dos personas. Si tenemos en cuenta todas las derivaciones y los oficios complementarios, estamos hablando de una industria demasiado silenciosa para el peso que tiene.

Palabras finales
Se torna difícil, por momentos, analizar algo que parece tan natural como inhalar aire y largarlo. Sin embargo, a quién no le han regalado un mate nuevo alguna vez. Curarlo, elegir dónde o con quién tomarlo, son cosas a las que algunas personas le damos mucho valor. Hemos pasado revoluciones tecnológicas, pandemias, guerras y crisis económicas. Y aun así, alrededor del fuego, en la mesa o la oficina, en las plazas, las playas y en las aulas, la calabaza sigue pasando de mano en mano. El ritual que aprendimos de nuestros ancestros está más vivo que nunca.

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