Por Úrsula Alonso
En el campo bastaba
con una garúa
para que las luces
se apagaran.
Las noches de lluvia
eran un baile de siluetas.
Madre renegaba
por las letanías
de lo incivilizado.
Padre miraba
primero a la siembra,
después al cielo
y en silencio agradecía
a un dios
que siempre supo escucharlo.
Yo era una guarida
donde todas las luciérnagas del mundo
querían posarse.
Hoy han pasado
tantos años;
mi hogar es un edificio
en medio del cemento.
La lluvia besa
las calles que camino:
pero en la ciudad
la lluvia y el cemento
no se funden,
nadie agradece,
todos se quejan
y yo soy ahora
una guarida
sin luciérnagas:
qué extraña fortuna
saberme lejos
de la noche inmensa.
Antes me entregaba al temblor:
hoy la sombra
tan sólo es
la cara más joven
que tiene el miedo.
Úrsula Alonso nació en Entre Ríos. Es poeta, Profesora en Lengua y Literatura, Licenciada en Letras y Bibliotecóloga en formación. Obtuvo diversos premios nacionales e internacionales. Publicó Los que no ven (2014), El reino de las agujas (2019) y acaba de lanzar Desmonte, editado por el sello Punto Rojo Libros