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El semillero del Carnaval

En una ciudad que respira al compás de esta fiesta popular, los Corsos Infantiles de Gualeguay se superan año a año. El toque popular, la pasión y los sueños de los más pequeños.

Por Santiago Joaquín García

Así como en los potreros las y los niños sueñan con llegar a ser futbolistas profesionales, en el Corso Infantil se persiguen otros sueños. Desde la primavera, el sonido de los tambores es la cortina de fondo de Gualeguay. En la intimidad de los hogares, y en los galpones de las comparsas, cientos y cientos de colaboradores están elaborando los trajes para los desfiles que se desarrollarán en enero y febrero. Dentro del Corsódromo, en uno de los galpones del ferrocarril acondicionados para tal fin, el trabajo de los carroceros es crear ilusiones con materiales volátiles. Durante las noches del verano, la mayoría de los flashes se los llevarán por razones lógicas SI-SI, K’rumbay y Samba Verá. Sin embargo, existe un movimiento subterráneo y barrial (después de todo, el carnaval es la fiesta popular por excelencia). Se trata de los corsos barriales e infantiles, que año a año no dejan de crecer en organización y asistencia de público. Durante el 2024 les tocó su cita en el Corsódromo las noches del 21 de enero, 4 y 18 de febrero. Las comparsas se denominan Acuarela, Alas Doradas, Filhos Do Sol, Pequeñas Alegrías y Pequeños Gigantes. La entrada que se le pide al público es un útil escolar (que luego se reparte entre los integrantes de las comparsas).

La entrada que se le pide al público es un útil escolar, que luego se reparte entre los integrantes de las comparsas

“Todos los barrios”
Sandra es una asistente habitual que en algún momento integró la organización. Ella nos cuenta su visión: “Realmente es un espacio donde se les da lugar a todos los barrios, a todos los gurises del barrio, a todo el mundo, sin distinción de clases sociales, ni de nada. Eso es lo bueno, y que cada vez hay más comparsitas chiquititas que van creciendo. Algunas están hace mucho y otras no. De parte de la Municipalidad, lo positivo es que cada año haya espacios como para poder armar todo esto”, comienza. Y sigue: “También es importante que tengan posibilidades de ganancias algunas instituciones, como el Asilo de Ancianos, Incluir, para chicos con Síndrome de Down, para que vendan, tengan sus cantinitas o vendan espuma. Lo que sí me parece es que falta mucha más organización, y que el Municipio no ha sabido capitalizarlo bien. Faltan muchas reuniones, coordinación, que tengan criterios, que tengan acuerdos, que tengan reglas, que tengan estatutos, que tengan, así como tienen las grandes comparsas. Y finalmente, ponerse firmes en que vos no entrás si no tenés un útil escolar. Es el único criterio que se tiene que cumplir y hay gente que no lo lleva”, resume.



“Se deshacen en la pista”
–Me divertí mucho –dice Elisa de la Comparsa Acuarelas.
Más allá de la timidez, la potencia del mensaje es claro. El derecho al juego. Las y los niños lo dejan todo en el recorrido. No debe haber mayor felicidad para una madre o un padre que la cara de felicidad las chicas y los chicos cuando están desfilando con sus trajes, o cuando hacen sonar los tambores en las mini baterías. En estas divisiones inferiores, el sueño es llegar a ser pasista de las grandes comparsas de Gualeguay. Así lo dice Luciana, una de las mamás: “Estas gurisitas bailan como las pasistas. Se deshacen en la pista queriendo imitar a sus grandes referentes. Lo mismo con los gurises de las batucadas. Esa emoción que le ponen es hermosa”, resume. Y cómo negarlo. Hay caras serias de concentración para seguir el ritmo. Alguna mirada de reojo buscando aprobación. También sonrisas amplias y luminosas. Da gusto tanta alegría junta en este oasis. Las personas que concurren habitualmente no dejan de sorprenderse con el crecimiento de asistentes a las gradas. Como si los corsos populares pudieran ser más populares, la posibilidad de desfilar en el Corsódromo les da un toque especial. La disposición de la gente es total. Madres, padres, vecinas y vecinos, parientes que se suman: toman los trazos de tela, cosen y pegan, mostacillas, detalles, colores. Un hilo por aquí, un poco de pegamento por allá.

La solidaridad
Otra de las características que hacen tan populares a los corsos infantiles es que en sus comparsas tampoco hay clases sociales para pasistas y percusionistas. Las mujeres de clase media y alta se acercan hasta los barrios donde están ubicadas las sedes de las comparsas para ponerse en contacto. Y todo tiene un tinte solidario. La gente se acerca a la cantina porque sabe que está ayudando. La hora de la calabaza son las doce de la noche, porque se trata de niñas y niños y porque se realiza los domingos por la noche. Al otro día hay que trabajar. A pesar de todo el trabajo que da, muy pocas personas logran vivir del Corso. El aporte de las y los integrantes es desinteresado. Y dicen que los detalles hacen la diferencia. Así como algunas de las actuales pasistas, primero pasaron por acá, dentro del equipo de carrozas pasa lo mismo. Ese niño pequeño que recrea las carrozas en miniatura  con alambre y goma espuma ya sabemos qué futuro tiene. Aquel que anda “cacharreando”, golpeando cualquier tarro como si fuera un tambor, también. Gualeguay, que reclama tener uno de los Corsos más divertidos del país, tiene fiesta para rato.

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