Por Santiago Joaquín García
Una de las obras cumbres de la literatura gualeya, ‘Las tierras blancas’ de Juan José Manauta, narra un día en la vida de una familia que se instala en Gualeguay corrida por las inundaciones. No es ninguna novedad que las ciudades que viven a la vera de los ríos siempre están con un ojo mirando hacia la costa. El fenómeno original que sucedió en 2007 en Gualeguay, por su cercanía en el tiempo y por sus consecuencias, sigue vivo en la memoria colectiva: la ciudad se inundó por el lado opuesto. “Era habitual, antes de tener el canal periurbano que, cuando caían este tipo de lluvias como ahora, se inundara. Se rebalsaba todo el Arroyo Clé, inundaba todos los campos, El bañado de Hugo y alrededores, el Canal de los Ingleses bufaba de agua. Lo que pasó en el 2007 fue que superó los niveles normales, y en toda la zona noreste fue tremendo”, cuenta Javier, un hombre de pesca y río.
“La mayoría de la gente es solidaria”
Constanza estaba estudiando en Paraná y volvió después de unos días: “Vine después de la inundación grande y todavía había agua en la ruta. Me quedó el recuerdo de las escuelas llenas de gente. Una movida impresionante de solidaridad, gente distribuida por todos lados, había muchos problemas sanitarios. Entonces muchos tenían miedo, pero la mayoría de la gente solidaria: acercando ropa seca, colchones, frazadas, alimentos, lo que tuviera a mano. Siempre me acuerdo que la comparaban con la inundación del 59’, que fue una inundación que llegó a tres cuadras de la Plaza Constitución. Y decían que llegaban en canoa hasta la rotonda del Parque. Mi abuela me decía que a ella le hacía acordar a esa inundación, que había sido así de grande, de terrible”, cuenta.
Traumas
En algunos casos las huellas fueron más hondas. Hubo más de mil evacuados y cerca de diez mil personas afectadas por el agua. Un cuarto de la ciudad. Llovieron cuatrocientos milímetros en dos días. La terminal de ómnibus, el frigorífico, nada parecía quedar a salvo de la fuerza del agua. La ciudad fue declarada en estado de emergencia, y el comité de crisis, instalado en la Sociedad de Bomberos Voluntarios fue llevando soluciones en la medida de lo posible. Vecinos de ciudades cercanas como Galarza y Carbó también se solidarizaron con Gualeguay. Aun después de la concreción del canal periurbano las heridas siguen abiertas. Así lo cuenta Constanza: “La gente del Club Barrio Norte después de la inundación, para colmo tuvo el tornado, y la cola de tornado. Quedaron muy traumadas las personas que viven por ahí. Hasta hace poco vivía un hombre a una cuadra del Supermercado Supremo, hasta donde llegó el agua, que ponía las bolsas de arena cada vez que llovía. Quedó con mucho miedo. Llovía y se asustaba. Vivimos un tiempo por la zona, y había un vecino al lado que me decía: ‘Suba la heladera señora porque se viene el agua. Se viene con todo, vamos a perder todo de nuevo’. Eso me quedó. Juan Manuel, que en ese tiempo trabajaba en un comercio y recorría la ciudad, cuenta esos recuerdos dolorosos: “Ibas para la zona norte y las vacas estaban ahogadas. La gente las carneaba igual, era un olor impresionante”.
Ayudas
Seguimos con Juan Manuel, quien nos ubica en la ciudad: “Venías normalmente por la calle San Martín, antes de llegar a la avenida Perón, y venías con agua normal de lluvia. Hacías dos cuadras hacia el lado de Soychú y tenías el agua en la rodilla. Una más y tenías el agua en la cintura. Toda esa gente de ese cuartel fue la más afectada. Nosotros tuvimos que asistir a dos compañeras de trabajo. Fuimos, levantamos todos los muebles de la casa y demás. Las ayudamos a sacar cosas con una chata. Les llevamos las cosas a mano por una cuadra entera o dos, para sacarlas del agua para que no se les rompieran, para que no se les pudrieran los muebles”. Como dijimos al principio, no era una zona acostumbrada a inundarse: “Nunca te habías inundado antes, porque vos no vivías en una zona en la que el río Gualeguay te inundara, como el Barrio Dunat, o antes de la Defensa Costera el Barrio Molino. Se vio afectada gente que nunca se había inundado. Pancho Ramírez, Hipódromo, toda esa zona. Entonces además de que fue grande golpeó mucho eso”, cuenta Constanza.
Un poco de alivio
Cuando comenzamos con esta nota, el Iguazú estaba en treinta metros. De mantenerse en esos niveles, junto con las lluvias, se venía una situación muy complicada. Un poco porque ha bajado, y otro poco porque después de la seca los campos están absorbiendo mucho, el panorama es un poco más alentador. Una de las mayores preocupaciones eran los animales que estaban en campos inundables. Julio, un transportista de la zona, le puso números a este tema: “Entre Gualeguay, Victoria y Diamante, hay como doscientas mil cabezas en campos bajos. Esperemos que no llueva mucho en Federal, Villaguay, en toda la cuenca del Gualeguay. Porque abrieron Itapuá, Yaciretá, Concordia, y eso quiere decir que está viniendo mucha agua”. En un primer momento, las embarcaciones locales transportaban de a cuarenta animales por día. A ese ritmo, las pérdidas iban a ser millonarias. Sin embargo, en los últimos días, la llegada de una barcaza del Ejército que traslada más de trescientas cabezas por viaje trajo esperanza y tranquilidad. De cualquier manera, como se sabe, el agua cuando llega se abre camino. Esperemos que el clima nos acompañe. El desmonte también juega un papel en todo esto que alguna vez tendremos que discutir.