Mauricio, una vida entre choripanes y enseñanzas deportivas

Mauricio Cabello se destacó en las disciplinas de lucha libre y grecorromana. Había clasificado a los Juegos de Atenas 2004, pero un accidente por la desidia del Estado lo dejó afuera. Hoy tiene un local gastronómico en Paranacito.

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Para quienes se comen un choripan o se toman una cerveza en el Parador Ruta 12, en el paraje Puente Paranacito, el que atiende es Mauricio. Sin embargo, son muy pocas las personas que conocen su historia. Muy pocas las que saben que el que despacha los pedidos, antes de llegar a este pequeño poblado del sur de Entre Ríos, fue un deportista olímpico que se destacaba en su disciplina: la lucha libre y la lucha grecorromana.

La vida de Mauricio Cabello cambió para siempre en un instante. Sucedió hace ya mucho tiempo y se debió a la negligencia del Estado. El 5 de febrero de 2004 estaba haciendo ejercicios de elongación, sentado sobre un colchón del gimnasio “J” del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), cuando repentinamente una descarga eléctrica lo hizo salir despedido unos tres metros y perder el conocimiento.

La descarga había surgido de unos cables pelados sin aislante en las puntas en una caja de luz sin tapa ni protección. Por ese hecho no pudo seguir preparándose para la gira europea a realizar como escala previa a los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, a los que ya estaba clasificado.

Tampoco logró continuar con la práctica del deporte profesional, a la que le dedicaba alrededor de seis horas por día, enfocado en los importantes compromisos que nunca llegaron a concretarse. Tras el accidente, esas mismas seis horas las transitaba rodeado de médicos y fisioterapeutas.

Esos mismos especialistas le revelaron que esa descarga hubiera matado a cualquier otra persona. “Mis 23 años y el estado atlético producto de la actividad me salvaron la vida”, le contó Mauricio a la web de PERFIL en 2016.

Las secuelas del accidente persisten hasta hoy, como una marcada disminución de la fuerza muscular en su miembro superior izquierdo y la pérdida de la motricidad fina.

Mauricio inició una demanda contra el Estado por la negligencia que lo había marginado de continuar con su carrera deportiva, y que había convertido su vida en un difícil peregrinar entre personal de la salud. 

La Corte Suprema de Justicia dejó firme un fallo de abril de 2014, dictado por la Sala Tercera de la Cámara en lo Civil y Comercial Federal que estaba suspendido, y ordenó que el CeNARD le pagara una indemnización por el daño irreparable que causó lo ocurrido en su vida deportiva y personal. Su causa y su indemnización hoy duerme en los fríos cajones de una Justicia que, si llega, lo hace tarde.  

Mauricio entrenó desde los 6 hasta los 24 años y compitió en las categorías infantil, cadete, juvenil y mayores. Fue campeón nacional 15 años consecutivos, ganó el Premio Olimpia de Plata en 2003 y el Premio Clarín Revelación Deportiva en 1998. Después de su calvario, se preparó para enseñar. Es profesor de lucha y artes marciales. Dio clases a chicos en situación de calle en la localidad de Moreno y tuvo un gimnasio orientado a la formación de luchadores. 

Vine a Entre Ríos buscando un horizonte nuevo. Traje un proyecto deportivo que quedó stand by por falta de recursos. Siempre repito incansablemente que el deporte no es un gasto, sino una inversión. Pero sobre todo es el portal a nuevos horizontes y desafíos constantes de superación personal”, le dice Mauricio a La Voz Isleña. Y agrega: “En mi caso, mi deporte me salvó la vida. Me dió la fortaleza de atravesar difíciles momentos y situaciones de mi vida”. 

Mientras despacha choripanes en el Parador Ruta 12 (“En Argentina es más redituable vender un sanguche que transmitir valores”, dice), Mauricio cuenta que hay una frase de un entrenador cubano que le quedó grabada en su mente: “La justificación prostituye el carácter”. Sobre ese axioma que trata de honrar todos los días de su vida, Mauricio concluye: “Siempre lo tuve presente para poder sobrellevar todo lo que me pasó con una sonrisa”.

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